lunes, 30 de enero de 2017

30 de enero con Don Bosco

 
En el tercer día del Triduo en honor de San Juan Bosco (20:00 h – Iglesia Santuario de María Auxiliadora), continuaremos profundizando en la vida de nuestro Titular. Concretamente en la etapa de fundación y consolidación del Oratorio.

Fundación y consolidación del Oratorio

El 8 de diciembre de 1841 Don Bosco tuvo un encuentro que sería significativo para su obra futura. Recién ingresado al Instituto Pastoral del padre Cafasso, fue a celebrar la Eucaristía a la Iglesia de San Francisco de Asís y encontró al sacristán Comotti maltratando, porque no sabía acolitar, a un muchacho de 16 años llamado Bartolomé Garelli. Defendido por Don Bosco el muchacho le confesó que no había recibido la Primera Comunión, que no conocía el catecismo, que era pobre y abandonado. Después de la Misa, Don Bosco le dio las primeras lecciones de catecismo y al siguiente domingo Garelli regresó con 20 muchachos más, que llegaron a ser 80 en marzo del año siguiente. Fue el inicio del Oratorio de Don Bosco que, sin embargo, no contó en sus inicios con el respaldo de la ciudadanía ni de la Iglesia. Para muchos Don Bosco planeaba una revolución con esos muchachos abandonados, para otros el joven sacerdote robaba la feligresía de las diferentes parroquias y por último, para otros Don Bosco había perdido la razón. El padre Borel le sugirió que redujera el grupo a 20 muchachos, el Marqués de Cavour le advirtió que estaba perdiendo el tiempo y los sacerdotes Vincenzo Ponzati y Luis Nasi hicieron cuidadosos arreglos para ingresarlo en un hospital mental.

Don Bosco tiene entonces que enfrentarse a la sospecha y la antipatía de muchos que no entendían cómo un sacerdote iba por las calles con muchachos de tan baja clase social. Comenzó entonces la fase nómada del Oratorio a través de Turín: primero en algunos espacios de la Iglesia de San Francisco de Asís y en los patios del Instituto Pastoral de Calosso, después en las calles y en las afueras de la ciudad. La Capilla de San Francisco de Sales en el Hospital de Santa Filomena del Internado para niñas de la Marquesa de Barolo, en donde además predicaba y confesaba, o los predios del cementerio abandonado de la Iglesia de San Pedro, cerca de la Capilla de San Martín fueron algunos de los lugares frecuentados por Don Bosco y sus muchachos. En ese último lugar Don Bosco conoció a otro muchacho de una gran importancia en su vida: Miguel Rúa, quien llegaría a ser su mano derecha y su primer sucesor. Después arrendó algunas habitaciones de la casa del padre Moretta y por último arrendó el campo de los hermanos Filippi. El 5 de abril de 1846, un día antes de que se venciera el plazo para abandonar el Campo de los Filippi con sus muchachos, Pancrazio Soave lo llevó a los predios de Francisco Pinardi y Don Bosco le dio 350 francos por una franja de tierra: El Oratorio de Valdocco, una nueva fase de su sueño, comenzaría para él y sus muchachos.

La Casa Pinardi estaba ubicada en Valdocco y sería allí en donde Don Bosco centraría el desarrollo de su apostolado. Valdocco se convertiría en un nombre de fama mundial y a él se asociarían con el tiempo el nombre de grandes personalidades de la misión salesiana. Las adaptaciones al edificio y al terreno para el Oratorio fueran hechas por él mismo y sus muchachos. El 12 de abril de 1846 el Arzobispo bendijo la capilla. El Conde de Cavour, temeroso de que fuera el principio de una contrarrevolución religiosa liderada por Don Bosco, intentó prohibir el Oratorio, pero en su auxilio llegó la orden favorable del rey Carlos Alberto.

La intensidad de su trabajo desinteresado en favor de sus muchachos, deterioró bien pronto su salud de forma que Don Bosco estuvo a las puertas de la muerte. En dicha ocasión, las manifestaciones de afecto por parte de los jóvenes se hicieron evidentes mediante intensas oraciones, ayunos y promesas. Don Bosco se recuperó de manera extraordinaria. El propio Don Bosco llegó a afirmar que dicho evento se trató de un milagro obrado por sus muchachos. Después de pasar un periodo de descanso en su casa familiar, regresó a Turín el 3 de noviembre de 1846, pero esta vez no lo hizo solo. Con él venía su madre, Margarita Occhiena, que con 58 años de edad venía a darle una mano al sueño de su hijo. Los muchachos, muchos de ellos huérfanos, comenzarían a llamarla “Mamá Margarita” y con ese nombre será recordada por la tradición salesiana.

En aquellos años el Oratorio de Don Bosco se desarrolló como un espacio en donde los muchachos podían aprender un oficio útil, asistir a los sacramentos y tener un patio para jugar sanamente con los amigos. Desde el principio Don Bosco puso en el centro de su obra la figura de San Francisco de Sales como modelo de amabilidad, dulzura y espiritualidad religiosa. Visitaba las fábricas en donde trabajaban sus muchachos para garantizar de que no fueran víctimas de explotación y buscaba para muchos de ellos trabajos dignos. Para ello hacía que los empleadores firmaran con él tratados que garantizaran los derechos de los muchachos, anticipándose así a la legislación laboral internacional. Además, planeaba retiros espirituales para muchachos obreros.

La elaboración del primer reglamento del Oratorio permitió que en mayo de 1847 comenzara una nueva dimensión del mismo. Hasta aquel entonces los muchachos tenían que buscarse por su propia cuenta el dormitorio y muchos de ellos lo hacían en la calle. Bajo petición del joven Alejandro Percamona, un muchacho huérfano que le pidió posada, Don Bosco, con la ayuda de Mamá Margarita, inicia el proyecto del internado en Valdocco. La primera experiencia de extensión de su apostolado la vivió en la misma Turín, cuando ese mismo año abre el Oratorio de San Luis en Porta Nova y el del Ángel Guardian en Vanchiglia dos años después. Además, comenzó las construcciones de una nueva capilla para reemplazar la inicial.

La idea de crear los talleres dentro del Oratorio nace de la necesidad de sacar a los muchachos de los trabajos en las fábricas. A partir de 1853 comienza la construcción de talleres de calzado, sastrería, carpintería, imprenta y metalistería. Gracias a esto, 300 muchachos dejaron de trabajar en las fábricas. Para 1869 habían 375 internos y entre 1854 y ese año se contaban ya más de 800 muchachos que habían pasado por el internado (Sanctity in the Salesian Family s.f.).

Con la ayuda de un seminarista, Francesia, Don Bosco comienza también a dar clases dentro del Oratorio de forma que para 1860 tiene la capacidad de impartir de forma completa la educación media para sus muchachos. En todo momento Don Bosco tuvo claro que la calidad de los estudios impartidos debía ser la mayor posible. En este sentido se conserva el comentario de un profesor universitario de Turín: “En el lugar de Don Bosco usted tiene que estudiar, realmente estudiar” (Stella, Don Bosco's Dreams 1996).

La situación difícil que enfrentaba en aquella época el avance del nacionalismo italiano no pocas veces hostil a la Iglesia, causó que los seminarios fueran cerrados, en no pocas ocasiones el Arzobispo de Turín fue exiliado y las órdenes religiosas perseguidas. Por el contrario, el Oratorio de Don Bosco ganó pronto un sólido prestigio entre las autoridades civiles por el tipo de trabajo que tenía mucho que ver con la promoción social de jóvenes marginales. Esta misma situación hizo que el Oratorio se convirtiera además en un oasis para la Iglesia de forma que muchos seminaristas diocesanos y religiosos fueran enviados a seguir sus estudios de formación sacerdotal con Don Bosco. En 1861 se ordenaron 34 jóvenes sacerdotes formados por Don Bosco para la Archidiócesis de Turín y según estadísticas del tiempo (Bosco 1844) Don Bosco dio a la Iglesia un número total de 2500 sacerdotes. Otra fuente, en cambio, señala que fueron 6 mil en el lapso de 34 años (Crónicas de la Congregación de Hermanos de Marseilles, 1877).

Fuentes
Crónicas de la Congregación de Hermanos de Marseilles,. CDB, 1877.
Sanctity in the Salesian Family. s.f.
Stella, P. Bosco en la historia de la religiosidad católica. Zurich: Pas-Verlag, 1969.

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