Corpus Christi es la fiesta del Cuerpo y
la Sangre de
Cristo, de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía. Este
día recordamos la
institución de la Eucaristía que se llevó a cabo el Jueves
Santo durante la
Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo
y en su Sangre. Es
una fiesta muy importante porque la Eucaristía es el regalo
más grande que Dios
nos ha hecho, movido por su querer quedarse con nosotros
después de la
Ascensión.
Tradicionalmente, el Corpus Christi se
celebra el jueves
posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad, que a su
vez tiene lugar el
domingo siguiente a Pentecostés (es decir, el Corpus Christi
se celebra 60 días
después del Domingo de Resurrección). Específicamente, el
Corpus Christi es el
jueves que sigue al noveno domingo después de la primera luna
llena de
primavera del hemisferio norte. En nuestra Diócesis esta
fiesta ha sido
trasladada al domingo siguiente para adaptarse al calendario
laboral.
El origen de esta festividad se remonta
a los tiempos de
Santa Juliana de Mont Cornillon que desde joven, tuvo una gran
veneración al
Santísimo Sacramento. Siempre añoraba que se tuviera una
fiesta especial en su
honor. Este deseo se intesificó por una visión que ella tuvo
de la Iglesia bajo
la apariencia de luna llena con una mancha negra, que
significaba la ausencia
de esta solemnidad. Ella le hizo conocer sus ideas a Roberto
de Thorete, el
entonces obispo de Liège, también al docto Dominico Hugh, más
tarde cardenal
legado de los Países Bajos; a Jacques Pantaleón, en ese tiempo
archidiácono de
Liège, después obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén y
finalmente al Papa
Urbano IV. El obispo Roberto se impresionó favorablemente y
como en ese tiempo
los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus
diócesis, invocó un
sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año
entrante; también
el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan debía escribir el
oficio para esa
ocasión. El decreto está preservado en Binterim
(Denkwürdigkeiten, V.I. 276),
junto con algunas partes del oficio.
El obispo Roberto no vivió para ver la
realización de su
orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta
se celebró por
primera vez por los cánones de San Martín en Liège. Jacques
Pantaleón llegó a
ser Papa el 29 de agosto de 1261. La ermitaña Eva, con quien
Juliana había
pasado un tiempo y quien también era ferviente adoradora de la
Santa
Eucaristía, le insistió a Enrique de Guelders, obispo de
Liège, que pidiera al
Papa que extendiera la celebración al mundo entero.
Urbano IV, siempre siendo admirador de
esta fiesta,
publicó la bula “Transiturus” el 8 de septiembre de 1264, en
la cual, después
de haber ensalzado el amor de nuestro Salvador expresado en la
Santa
Eucaristía, ordenó que se celebrara la solemnidad de “Corpus
Christi” en el día
jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, al mismo
tiempo otorgando
muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la
santa misa y al
oficio. Este oficio, compuesto por el doctor angélico, Santo
Tomás de Aquino,
por petición del Papa, es uno de los más hermosos en el
breviario Romano y ha
sido admirado aun por Protestantes.
La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. Publicó un nuevo decreto incorporando el de Urbano IV. Juan XXII, sucesor de Clemente V, instó su observancia.
Ninguno de los decretos habla de la
procesión con el
Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas
procesiones
fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y
Eugenio IV y se
hicieron bastante comunes en a partir del siglo XIV.
La fiesta fue aceptada en Cologne en
1306; en Worms la
adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue
introducida de
Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y en otros
países la
solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la
Santísima Trinidad.
En la Iglesia griega la fiesta de Corpus
Christi es
conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos,
melquitas y los
rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.
El Concilio de Trento declara que muy
piadosa y
religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la
costumbre, que todos
los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y
venerable
sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y
honoríficamente
sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En
esto los
cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable
y verdaderamente
divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la
victoria y triunfo
de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Existen diversas formas de celebrar esta
festividad tales
como participar en la procesión con el Santísimo, La hora
Santa y recordar en Familia
lo que es la Eucaristía.
La procesión con el Santísimo consiste
en hacer un
homenaje agradecido, público y multitudinario de la presencia
real de Cristo en
la Eucaristía. Se acostumbra sacar en procesión al Santísimo
Sacramento por las
calles y las plazas o dentro de la parroquia o Iglesia, para
afirmar el
misterio del Dios con nosotros en la Eucaristía. Esta
costumbre ayuda a que los
valores fundamentales de la fe católica se acentúen con la
presencia real y
personal de Cristo en la Eucaristía.
La Hora Santa es una manera práctica y
muy bella de
adorar a Jesús Sacramentado. El Papa Juan Pablo II la celebra,
al igual que la
mayoría de las Parroquias de todo el mundo, los jueves al
anochecer, para
demostrar a Cristo Eucaristía amor y agradecimiento y reparar
las actitudes de
indiferencia y las faltas de respeto que recibe de uno mismo y
de los demás
hombres. Consiste en realizar una pequeña reflexión
evangélica, en presencia de
Jesús Sacramentado y, al final, se rezan unas letanías
especiales para
demostrarle a Jesús nuestro amor. Se puede celebrar de manera
formal con el
Santísimo Sacramento solemnemente expuesto en la custodia, con
incienso y con
cantos, o de manera informal con la Hostia dentro del
Sagrario. Cualquiera de
las dos maneras agrada a Jesús. Se inicia con la exposición
del Santísimo
Sacramento o, en su defecto, con una oración inicial a
Jesucristo estando todos
arrodillados frente al Sagrario. A continuación, se procede a
la lectura de un
pasaje del Evangelio y al comentario del mismo por parte de
alguno de los
participantes. Luego, se reflexiona adorando a Jesús, Rey del
Universo, en la
Eucaristía. Se termina con las invocaciones y las letanías
correspondientes y,
en el caso de que la Hora Eucarística se haya hecho delante
del Santísimo solemnemente
expuesto, el sacerdote da la bendición con el Santísimo; en
caso contrario, se
finaliza la Hora Santa con una plegaria conocida de
agradecimiento.
Para finalizar recordaremos brevemente
algunos aspectos
de interés sobre la Eucaristía que podríamos discutir en
familia.
La Eucaristía es uno de los siete
Sacramentos. Nos
recuerda el momento en el que el pan y el vino se convierten
en el Cuerpo y en
la Sangre de Cristo. Éste es el alimento del alma. Así como
nuestro cuerpo
necesita comer para vivir, nuestra alma necesita comulgar para
estar sana. Cristo
dijo: "El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida
eterna y yo lo
resucitaré el último día."
Todos queremos ser buenos, ser santos y
nos damos cuenta
de que el camino de la santidad no es fácil, que no bastan
nuestras fuerzas
humanas para lograrlo. Necesitamos fuerza divina, de Jesús.
Esto sólo será
posible con la Eucaristía. Al comulgar, nos podemos sentir
otros, ya que Cristo
va a vivir en nosotros. Podremos decir, con San Pablo: "Vivo
yo, pero ya
no soy yo, sino Cristo quien vive en mí."
¿En qué parte de la Misa se realiza la
Eucaristía?
Después de rezar el Credo, se llevan a
cabo: el
ofertorio, la consagración y la comunión.
Ofertorio: Es el momento en que el
sacerdote ofrece a
Dios el pan y el vino que serán convertidos en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo.
Nosotros podemos ofrecer, con mucho amor, toda nuestra vida a
Dios en esta
parte de la Misa.
Consagración: Es el momento de la Misa
en que Dios, a
través del sacerdote, convierte el pan y el vino en el Cuerpo
y en la Sangre de
Cristo. En este momento nos arrodillamos como señal de amor y
adoración a
Jesús, Dios hecho hombre, que se hace presente en la
Eucaristía.
Comunión: Es recibir a Cristo Eucaristía
en nuestra alma,
lo que produce ciertos efectos en nosotros: nos une a Cristo y
a su Iglesia, une
a los cristianos entre sí, alimenta nuestra alma, aumenta en
nosotros la vida
de gracia y la amistad con Dios, perdona los pecados veniales,
nos fortalece
para resistir la tentación y no cometer pecado mortal.
¿Qué condiciones pone la Iglesia para
poder comulgar? La
Iglesia nos pide dos condiciones para recibir la comunión:
Estar en gracia, con nuestra alma limpia
todo pecado
mortal. Cumplir el ayuno eucarístico: no comer nada una hora
antes de comulgar.
¿Cada cuánto puedo recibir la Comunión
Sacramental?
La Iglesia recomienda recibir la
Comunión siempre que
vayamos a Misa. Es obligación recibir la Comunión, al menos,
una vez al año en
el tiempo de Pascua, que son los 50 días comprendidos entre el
Domingo de
Resurrección y el Domingo de Pentecostés.
¿Qué hacer después de comulgar?
Se recomienda aprovechar la oportunidad
para hablar con
Dios, nuestro Señor, todo lo que queramos: lo que nos alegra,
lo que nos
preocupa; darle gracias por todo lo bueno que nos ha dado;
decirle lo mucho que
lo amamos y que queremos cumplir con su voluntad; pedirle que
nos ayude a
nosotros y a todos los hombres; ofrecerle cada acto que
hagamos en nuestra
vida.
¿Qué hacer cuando no se puede ir a
comulgar?
Se puede llevar a cabo una comunión
espiritual. Esto es
recibir a Jesús en tu alma, rezando la siguiente oración:
"Creo, Jesús
mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento
del altar. Te amo
sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro
de mi alma, pero
no pudiendo hacerlo sacramentalmente, ven al menos
espiritualmente a mi
corazón. Quédate conmigo y no permitas que me separe de ti”.
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